Construyendo milagros

La pequeña Milagros tiene cinco años, es locuaz, le divierte ir al jardín, bailar y jugar con sus 16 hermanos. Es feliz, contenida y cuidada por sus padres. Un día, se maravillará con la historia de amor que protagoniza sin saberlo, del aventurado viaje que una pareja emprendió para tenerla como hija y de cómo resultó ser la fuente de inspiración de una obra esperanzadora.

Natalia Acuña vivía con su familia en Posadas, en Misiones, tenía 24 años y estudiaba periodismo. Freddy Pérez, de 38, era de Buenos Aires. Tras sobrevivir a un accidente de tren que lo dejó en silla de ruedas, nada lo detendría a la hora de concretar su sueño de dirigir su propia empresa de sonido. Llevaba tiempo organizando el festival “Hazme oír tu voz” que pasaría por Posadas en septiembre de 2001. Sus caminos se cruzaron cuando a Natalia le asignaron la cobertura periodística del evento y la afinidad entre ellos fue inmediata.

A los pocos días, mientras ella compartía un mate con una amiga en la vereda de su casa, vio que el auto de Freddy se aproximaba; había venido a buscarla. Emocionada, escuchó con atención la propuesta que le hacía el hombre: ¿querés ser mi novia?, le preguntó. Sin dudarlo un segundo aceptó y se fue con él, a vivir a Buenos Aires. A los dos años de convivencia, Natalia terminó sus estudios y comenzó a trabajar en una radio de San Miguel, donde vivía la pareja. Fue entonces cuando consideraron que era un buen momento para tener un bebé, pero ese hijo que tanto buscaban se hacía desear. Recurrieron a los tratamientos médicos y hasta probaron con la fertilización asistida pero nada dio resultado. Fue una época difícil para ellos, sobre todo para Natalia quien se encontraba a cientos de kilómetros de su familia. Mujer de fe, se preguntaba constantemente por qué ese regalo que tanto anhelaba no le era concedido. Freddy, afligido por la tristeza de su compañera, decidió comprar una casa en Posadas y mudarse cerca de la familia de Natalia, que la ayudaría a atravesar esa dolorosa instancia.

De a poco empezaron a considerar la posibilidad de una adopción. Luego de averiguar los requisitos, comenzaron su búsqueda. La pareja visitó el hogar de niñas “Isabel Llamosas de Alvarenga” donde conocieron a Hilda, una hermosa pelirroja de nueve años, que pronto se convirtió en la tan esperada hija. La nena les hablaba de sus hermanos, a los que no veía hacía tres años ya que habían sido derivados a otro hogar de la misma ciudad. Tanto insistió Hilda, que Natalia y Freddy fueron a buscarlos. Se encontraron con que el mayor, Fabián, esperaba ser adoptado por una familia. La pareja inició en el momento los trámites para que pudiera reencontrarse con su hermana; el más pequeño vivía con otra familia. Ahora, Hilda y Fabián vivían juntos otra vez.

La familia estaba conformada. Pero las visitas a los hogares habían dejado marcas indelebles en Natalia y Freddy. No podían olvidar la realidad de aquellos niños que tanto necesitan una mamá y un papá, por lo que mantenían el vínculo con los hogares. Durante una de las visitas, la pareja conoció a Milagros. Determinada, la beba de un año y medio plantó su mirada en Natalia y estiró sus manitos para que la levantara. Milagros se aferró a sus brazos y lloró desconsoladamente al separarse. Fue tan intenso lo que generó aquel momento, que la pareja comenzó a visitarla a la nena a diario. Todo se complicó cuando Milagros fue adoptada por otra familia. No la verían más. Abatida por el dolor, Natalia lloraba por los rincones de su casa. Freddy no podía soportar ver así a su mujer y le propuso formar juntos un hogar de niños.


“¿Cuántos chicos como Milagros están en la calle sufriendo y gritando en silencio sin ser escuchados? Tenemos tanto amor para dar que en cada chico que llega veremos a Milagros”. Natalia secó sus lágrimas y se propuso una nueva meta en su vida.


Con sus propios recursos, la pareja alquiló una casa, la acondicionaron, la pintaron, y le pidieron autorización al juzgado de menores para recibir niños desamparados. El Hogar “Pequeños Milagros” abrió sus puertas en noviembre de 2008, cuando una mañana de primavera, de las manos de un defensor de menores, recibieron a la primera niña para cuidar. Pasaron ocho meses de intenso trabajo con los niños, aprendiendo a dar y recibir amor, brindándoles alimentos, procurando la salud, atentos a su educación. Un día se acercó un chico a pedirles ayuda: se había escapado de un hogar en donde se sentía maltratado. Inmediatamente, la familia dio aviso al juzgado, que les solicitó al hogar que cuidaran de él y de sus hermanitos. Aceptaron sin sospechar la sorpresa que se llevarían al pasar a retirar a los niños. En aquel Hogar, entre ese grupo de hermanos que aguardaba el traslado, estaba la pequeña Milagros. Como una maravillosa obra del destino, la vida los volvía a poner frente a frente. Hoy, Natalia y Freddy están a punto de concretar la adopción de Milagros. Actualmente viven en el hogar, junto con otros 17 niños. Natalia los contiene y los abraza, y lucha día a día para que se respeten sus derechos y que nos les falte nada.

“No debemos nunca acostumbrarnos al sufrimiento de un niño, asumamos nuestro compromiso como adultos, cada uno desde su lugar puede ser parte de un pequeño milagro”.

Un comentario en «Construyendo milagros»

  1. Hola Natalia…escuchè tu relato un domingo a la mañana y quedè absolutamente conmovida y agradeciendo a Dios por conocer a alguien como vos.Justamentne en este momento donde todo es corrupción,donde todo el que realmente puede hacer algo por los demás,sòlo piensa en enriquecerse,vos y tu familia son un rayo de luz.
    Por ahora no estoy en condiciones de viajar,algùn dìa espero poder visitar tu lugar y darles un abrazo a esa familia maravillosa.
    Dios los bendiga y el angel de la guarda los cuide siempre.
    UN abrazo mio y de mi esposo Luis (tan llorón como yo)cuando le contè la historia me acompañò en el moqueo.
    Los quiero como si los conociera de toda la vida.
    Nil

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