Rubén Calabretta – Creó: Fundación Esperanza Viva – Contención para familias de presos | Cárcel de Devoto, CABA

El proyecto
Rubén y su esposa crearon un hogar para mujeres, madres e hijos de los detenidos en la Unidad Penitenciaria 2 de Villa Devoto. A metros de la cárcel y junto con otros 10 voluntarios, brindan alimento, consejería personal y afecto, para atenuar la exclusión social que viven los familiares de los presos .
Qué está logrando
A través de una actitud gratuita, predispone el encuentro entre su equipo y las mujeres que llegan. Hoy más de 200 personas diarias hacen cola por la mañana esperando a que abra el hogar. Los talleres de computación y música, el ropero, los espacios recreativos para los niños y los momentos de acompañamiento personal van logrando un cambio de actitud ante la realidad. El principal logro es haber creado un lugar que, aun a pocos metros, contrasta notoriamente con la hostilidad que estas mujeres viven cuando pasan por la cárcel .
El dato
Muchas madres, esposas o novias de los presos viajan desde lejos para visitarlos. Como el sostén de la familia está incapacitado para trabajar, la situación socio económica de estas mujeres es compleja, a lo que se suma cierto repudio social que las estigmatiza. Rubén y su mujer quieren que estas mujeres y sus niños se reencuentren con lo qua valen, luchen por su familia y logren fortalecerse en este situación traumática, construyéndose un futuro feliz .
Su mirada
Las 200 personas diarias que llegan al centro reciben, ante todo, respeto y valoración por sus vidas. “Nos motiva el deseo de que estas mujeres puedan renovar la esperanza y mirar el futuro con otra expectativa” .

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Libertad, incluso en la cárcel

Desde su fundación Esperanza Viva, Rubén da contención y asistencia a madres y esposas de los presos de la cárcel de Villa Devoto.

El Proyecto
La Fundación Esperanza Viva trabaja para contener y ayudar a las madres, las mujeres y los hijos de los detenidos en la Unidad 2 de la cárcel de Devoto. Allí, se brinda toda clase de ayuda a los familiares, desde comida, ropa, servicios de salud y charlas de profesionales. Como buscan, ente otras cosas, guiarlas para que se capaciten y puedan mejorar su situación laboral, les acercan talleres de computación para familiarizar a los concurrentes en el uso de nuevas tecnologías.
Si no hacemos nada con estas personas, el riesgo es fomentar más y más resentimiento  y profundizar la marginación de la sociedad de los presos y sus familias.

También se ofrecen actividades recreativas para los chicos, como juegos y campamentos,  mientras sus mamás visitan a los internos.

“Los familiares de los detenidos son discriminados por la sociedad toda, y para colmo, en algunos casos sufren la separación del jefe de la casa, lo que afecta los comportamientos de los hijos y las esposas”, dice Rubén. “Por eso, en la Fundación nos motiva el deseo de que estas mujeres y sus hijos puedan conocer otro estilo de vida, que realmente puedan renovar la esperanza y mirar el futuro con otra expectativa. Nos motiva el amor de Dios que nos ama incondicionalmente y así amamos a estas personas, poniéndonos en sus propios zapatos”, explica.
Rubén ve cómo el trabajo de la fundación ayuda a cambiar la mirada de esas mujeres y estas madres. En este espacio, se reconstruye la dinámica familiar y se logra cambiar la perspectiva de las personas, lo que ayuda a sanar a la familia tras su paso por esta situación traumática.
La iniciativa, que trabaja de la mano del Servicio Penitenciario Nacional, grupos religiosos y un grupo de diez voluntarios que se rotan en sus tareas, se financia íntegramente con recursos propios de Rubén y su esposa, y con donaciones eventuales. Hoy el sueño de los Calabretta es construir habitaciones para que las mujeres que vienen de lejos para visitar a sus parientes presos puedan dormir en un lugar seguro, con contención integral de la fundación. De otro modo, terminan durmiendo en la estación de tren o en la calle.
Cómo nace
Rubén decidió iniciar las tareas de la fundación después de ver constantemente las largas colas de mujeres esperando para entrar a la cárcel y visitar a sus maridos o hijos. “Veíamos la fila de mujeres, algunas con niños muy pequeños en brazos, algunos días con lluvia, mucho frío o mucho calor, esperando horas. Y ahí  pensamos algo hay que hacer. Alguien tiene que hacer algo por esta gente. Así nació la fundación”, recuerda Rubén.
Esperanza Viva tiene su centro justo al frente de la cárcel, para estar lo más cerca posible de las mujeres que llegan los días de visita. “Ellas contienen y son el apoyo de los que están presos. Pero necesitan alguien que las contenga a ellas”, dice Rubén.
Quién es
Rubén Calabretta tiene 69 años, es jubilado, y trabaja con su mujer Ana María en la Fundación Esperanza Viva. Dedicó toda su vida a fortalecer la educación en distintos lugares del país y, cuando su años laborales parecían terminar, emprendió, con el apoyo de su mujer, esta obra que beneficia a las mujeres que todos rechazan.
Su huella
Nos motiva el deseo de que estas mujeres puedan conocer otro estilo de vida, que realmente puedan renovar la esperanza y mirar el futuro con otra expectativa.
La iniciativa recibe a 80 personas por día. Los días de actividad son cuatro, y coinciden con los días de visita en la cárcel. Los voluntarios de la fundación trabajan por turnos, para poder atender las necesidades en todo momento. Esperanza Viva es la única fundación en el país que trabaja directamente conteniendo a los familiares de los presos, brindándoles tanto asistencia en lo material (ropa, comida, un lugar para esperar el horario de visita y un lugar para dormir) como en lo emocional y afectivo.
Para Rubén, es importante trabajar con las familias de los presos para contenerlas, ya que normalmente son discriminados por la sociedad, lo que aumenta su enojo y su sensación de aislamiento. Las mujeres suelen perder su empleo y hasta su propia familia puede dejarlas de lado. “Si no hacemos nada con estas personas, el riesgo es fomentar más y más resentimiento y profundizar la marginación de los presos y sus familias”, reflexiona Rubén.
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